Amanecer

Amanecer

martes, 18 de octubre de 2011

El miedo al vacío



El sufrimiento que nos causamos inconscientemente tiene como función, muchas veces, suprimir esa sensación de vacuidad, esa "nada" que intuímos y que nos resulta más insoportable que cualquier otro dolor.
Y, sin embargo, es nuestra esencia: vacío, vacío luminoso y vibrante,pero vacío de forma, que es, al fin y al cabo lo que nos aterroriza.

Es nuestro empeño por mantener la forma con la que nos identificamos, nutriéndola, buscando que sea reconocida, lo que nos impide despertar lo que somos realmente.
¿Por qué no aceptarlo, simplemente, y en ese reconocimiento encontrar nuestra verdad?
Cada vez que nuestra "forma" o ego, no es reconocido, en vez de sumirnos en la depresión o resistirnos, podemos, simplemente, quedarnos ahí. Sentirlo. Observar y amar a esa criatura que busca reconocimiento: llenar con nuestra cálida presencia su sensación de vacío.

El vacío está ahí, no hay por qué negarlo, pero lo hemos interpretado mal: en lugar de comprenderlo como nuestra esencia infinita y divina, la mente superficial lo interpretó como carencia, necesidad. Un vacío separado es doloroso. El vacío luminoso de la consciencia, que es pura Unidad, es la fuente de una dicha sin límites, la Vida eterna.

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