Amanecer

Amanecer

lunes, 26 de septiembre de 2011

Relaciones sin tiempo

     Normalmente, nuestras relaciones están mediatizadas por el factor tiempo: lo que sé de esa persona en el pasado por otras experiencias que he tenido con ella o lo que supongo o espero en el futuro.

     La invitación es a prescindir del tiempo. A centrar nuestra atención en este instante y en esa persona sin historia, sin pasado, y sin expectativas. A prescindir de sus circunstancias o condiciones; a dejar de lado su apariencia, e incluso su conducta.

     Todos estos son determinantes superficiales que no tienen nada que ver con el ser que tengo delante. Sin embargo, si nos damos cuenta, cuando nos encontramos con alguien, lo miramos a través de estos condicionantes que son el componente esencial de los juicios a través de los cuales definimos interiormente a esa persona.

      Nos relacionamos desde el mundo del pensamiento, que se compone de juicios, conclusiones, suposiciones, interpretaciones. No concebimos nada más allá.

     Sin embargo, para conocer a otro ser humano en su esencia, no hace falta saber nada de él: su pasado, su historia personal o sus experiencias. Confundimos el “saber acerca de” con conocer a una persona, con un conocimiento no conceptual que sólo puede tener lugar cuando la mente se aquieta. “Saber acerca de” resulta útil a nivel práctico; de hecho, es imprescindible. No obstante, cuando éste es el modo predominante de conocer en las relaciones se vuelve muy limitante, incluso destructivo.

      Los conceptos y pensamientos crean una barrera artificial, una separación entre los seres humanos. Cuando no hay barreras conceptuales, el afecto florece de forma natural entre la personas. Y ello podemos observarlo cuando nos enamoramos, por ejemplo. O cuando estamos en presencia de un niño, o de un animal. Junto a ellos nos sentimos bien pues sabemos que no nos están juzgando, como dice Eckhart Tolle. Nos formamos muy rápidamente opiniones sobre las personas, sacamos conclusiones, pronunciamos juicios severos.

    Cada ser humano está condicionado para mostrarse como lo hace y comportarse de tal modo por sus experiencias y su entorno cultural. Comprender que si mi pasado fuera su pasado; si mi dolor fuera su dolor y mi nivel de consciencia el suyo, me comportaría o aparecería igual, aporta una gran apertura de consciencia y nos invita a suspender inmediatamente cualquier juicio.

     Evitar el juicio no implica ignorar lo que el otro hace; implica reconocer que su conducta es una forma de condicionamiento, y verla como es, sin construir sobre ella una identidad para esa persona.

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